Ser abuelos nos ha hecho reflexionar que cuando éramos niños vivíamos todo como una aventura, llenos de pasión y alegría, pues teníamos la capacidad de admirar todo lo bello que Dios creó para nosotros. En algún momento perdimos esa capacidad de asombro, pero ahora en la madurez, nuestros nietos nos regalan una renovada pasión por la vida.

Conrado: Joshua, nuestro nieto mayor de 11 años me ha recordado mucho mi infancia porque así como él, yo fui un niño muy inquieto. Me gustaba trepar a los árboles, brincar y saltar, hacer cosas arriesgadas, ¡disfrutaba a más no poder la agilidad de mi cuerpo! También de niño era muy observador, así como nuestra nieta Camila, me encantaba admirar toda clase de animalitos; veía cómo las hormiguitas tan pequeñas cargaban un peso mayor al de ellas; me sorprendía la blancura de los conejos, pero más aún, la transformación del paisaje de un café triste y apagado a un verde radiante, lleno de luz y de vida. Me encantaba tirarme en el suelo boca arriba para ver las aves volar en el cielo sin mover las alas ¡eso para mí era increíblemente fascinante!

Yolanda: Ahora que soy abuela de tres hermosos nietos me impresiona cómo me han recordado mi propia infancia. Disfruto ver la pasión que le ponen a su desarrollo, esperando aprobación de nosotros, sus abuelos, y cómo disfrutan nuestro amor al máximo. Me han hecho recordar cómo me encantaba ayudar a mi abuela y que escuchara mis pláticas, ella hacía que yo me creyera alguien especial; la entretenía haciendo gracias y me  fascinaba que ella también se riera conmigo y me contara chistes. ¡Las dos terminábamos agotadas de reírnos!

Joshua es muy apasionado en platicar todo lo que hace y todo lo que le impresiona a su alrededor; atrae mucho mi atención con chistes y es muy juguetón. Camila, nuestra nieta de 5 años, goza creyendo que es capaz de ayudar en tareas de adulto. A los dos o tres añitos me pidió ayudarme a lavar vasijas, parada en una silla. Reía sin parar, disfrutando toda mojada y llena de jabón, satisfecha de agradarme (según ella, ayudándome) y así me veo reflejada yo en ella. Muy chiquita me gustaba que mi abuela y mi madre confiaran en que yo podía ayudar y yo me alegraba al ver que aprendía cosas de grandes y a ellas les agradaba.

Con Emma, quien tiene casi tres años, es hermoso admirar su energía, su seguridad atrevida para explorar todo lo que ve y descubre a su paso. En una ocasión gocé mucho al verla tirarse clavados en montones de hojas que su papá había juntado en el patio. Le gusta mucho correr y creer que nadie la puede alcanzar, ríe mucho viendo mi admiración y se siente segura en mi compañía. Eso me recuerda también que muy pequeña viví en un lugar que todavía era mucho monte, apenas había algunas casas. Todo me asombraba de la naturaleza, la tierra, las plantas, la hierba, y había muchos animales. No he olvidado cómo mi abuelo, para que no tuviéramos miedo, nos enseñaba a observar cómo vivían los alacranes, las tarántulas, los moscos grandes y las víboras, los cuales ahí eran muy comunes. Me asombraba, y con su compañía, vencía los miedos.

Me siento sorprendida y reavivada al recordar aquellos momentos buenos y casi fantásticos; mis sentimientos son como cuando por vez primera tuve conciencia clara de que cumplía años o cuando aprendo algo nuevo leyendo un buen libro.

Conrado: Yo, ahora como abuelo, me esfuerzo por no apagar la pasión por vivir de nuestros nietos. Con Joshua procuro usar toda mi energía en vez de molestarme cuando veo que la energía de él no se acaba y en vez de reprimirlo, procuro motivarlo a saltar más alto, correr más rápido o mejorar sus habilidades. Cuando él está conmigo, por lo general, termino con mis lentes doblados, despeinado, y a veces todo adolorido, pero de ninguna manera quiero alimentarle el miedo o la menor duda sobre sus destrezas. Camila, por su parte, pone más a prueba mi paciencia y mi temor al qué dirán. Una vez, cuando era muy chiquita, me pidió que imitara a un perro y ladrara; lo hice y ella casi lloraba de risa. Mientras tanto, yo en mi cabeza me preguntaba: “¿Estará bien que un hombre de casi 60 años esté haciendo el ridículo así? ¿Estaré enseñándola a amarme o a burlarse de mí?” Pero su risa y su alegría desbordante, llena de seguridad y confianza, me hacen olvidarme de mí y disfrutar también de ella.

Yolanda: Ser abuela para mí ha sido gracia de Dios. Es divina la experiencia de amar a los nietos como a nuestros hijos, pero ahora con la madurez que obtuvimos de los primeros. En los nietos quiero sembrar todo aquello que ahora sé es lo más valioso y necesario: tiempo de calidad, buena comunicación y sobre todo, amor incondicional. Vivo y disfruto conscientemente los momentos que estamos con ellos, me encanta contagiarme de su alegría, espontaneidad, ¡hasta berrinches! tan parecidos a los de nuestros hijos. Me estoy esforzando para que recuerden de mí a una abuela amorosa, abierta, íntima, y sobre todo, espiritual, que los inspira a ir hacia Dios.

Conrado: Ser abuelo es una motivación que le da sentido a mi vida. Después que nuestros hijos se casaron y se fueron a hacer su vida, los retos de ser padre ya no son lo mismo porque aunque quieras estar ahí para ellos, los hijos ya tienen que decidir y ser responsables de sí mismos. Los nietos son la oportunidad de hacer lo que no pudiste hacer por los hijos; con ellos ya no tienes el compromiso de educar con autoridad, en cambio, puedes educar por motivación. Es más fácil permitirle al nieto ser él mismo y dejarlo que se equivoque, haciéndole saber que ahí vas a estar de cualquier manera. Pienso que si el amor de los padres es incondicional, el de los abuelos lo es aún más.


Conrado y Yolanda Méndez

Conrado y Yolanda Méndez

Conrado y Yolanda Méndez tienen 40 años de casados, tres hijos y tres nietos. Son mexicanos, originarios de San Pedro de las Colonias, Coahuila, y de Reynosa, Tamaulipas, respectivamente. Se conocieron en Houston, en 1973 y se casaron en 1976. Son miembros activos de la iglesia San Cirilo de Alejandría y de Encuentro Matrimonial Mundial (desde 1992), donde han sido líderes locales y pareja presentadora y formadora de presentadores por muchos años. Actualmente sirven también como asesores del consejo directivo regional.