El día de Acción de Gracias ya ha pasado y la Navidad está cerca. La temporada de fiestas suele ser muy alegre, pero a veces también trae consigo momentos de ansiedad o de tristeza, quizás al extrañar a nuestros seres queridos. Aunque esta temporada no siempre sea fácil, hay un aspecto en ella que puede levantarnos el ánimo: dar gracias.
La gratitud, un aprecio por lo que tenemos o recibimos, ya sea material o abstracto, tiene el gran poder de disminuir la depresión y está asociada con una mayor felicidad.
El Dr. Robert Emmons de la Universidad de California, Davis y el Dr. Michael McCullough de la Universidad de Miami han realizado gran parte de la investigación sobre la gratitud. En un estudio pidieron a los participantes que escribieran unas cuantas frases cada semana enfocándose en temas determinados. Un grupo escribió sobre cosas de esa semana que los hacía sentir agradecidos. Un segundo grupo escribió sobre situaciones molestas durante la semana. El tercer grupo escribió sobre cualquier evento que los afectaba (sin énfasis en que fuera positivo o negativo). Después de 10 semanas, los que escribieron sobre gratitud se sentían más optimistas y más contentos con sus vidas que los otros dos grupos. Sorprendentemente, aquellos que escribieron sobre la gratitud también hicieron más ejercicio y tuvieron menos visitas al médico que aquellos que se enfocaron en lo que los irritaba.
El Dr. Martin Seligman de la Universidad de Pensilvania también estudió el fenómeno dividiendo a los participantes en dos grupos. Un grupo expresó gratitud escribiendo una carta de agradecimiento a alguien a quien nunca le habían dado las gracias debidamente por su amabilidad. El otro grupo escribió sobre sus primeros recuerdos y cómo fueron afectados por ellos. Cuando la tarea era escribir y expresar gratitud, los participantes reportaron un aumento significativo e inmediato en formularios sobre felicidad. Este impacto fue mayor que cualquier otra intervención, con beneficios que duraron hasta un mes. Otro estudio, esta vez sobre parejas, realizado por Amie Gordon, psicóloga en U.C. Berkeley, también descubrió que las personas que se tomaban el tiempo para expresar gratitud a su pareja no sólo se sentían más positivas hacia la otra persona sino que también se sentían más cómodas expresando preocupaciones sobre la relación.
La ciencia ha demostrado una y otra vez que el ser agradecido y el dar gracias activamente propician en gran medida nuestro bienestar mental. ¿Pero, por qué nos ayuda la gratitud? Nuestra biología nos ofrece una respuesta. Según una investigación publicada en la revista “Cerebral Cortex”, la gratitud estimula el hipotálamo (una parte clave del cerebro que regula el estrés) y el área tegmental ventral (parte de nuestro «circuito de recompensa» que produce la sensación de placer).
Pero que la gratitud sea beneficiosa ¡también tiene sentido común! Cuando reconocemos el bien en nuestras vidas también reconocemos que la fuente de esa bondad se encuentra, al menos parcialmente, fuera de nosotros mismos. Como resultado, ese conocimiento nos ayuda a conectarnos con algo más grande que nosotros: Dios, la naturaleza y nuestra familia y amigos.
Sentir y expresar gratitud también nos ayuda a enfocarnos en lo positivo, lo que compensa la tendencia natural de nuestros cerebros de enfocarse en las amenazas, preocupaciones y aspectos negativos de la vida. Expresar gratitud parece inhibir las comparaciones envidiosas con los demás. Si estamos realmente agradecidos por lo que tenemos (por ejemplo, familia, salud, hogar) es menos probable que prestemos mucha atención a lo que otros tienen.
La expresión de gratitud parece alentar el comportamiento moral. Las personas agradecidas tienen más probabilidad de ayudar a los demás y son menos propensas a ser materialistas, es decir, aprecian lo que tienen y se vuelven menos obsesionadas por tener más cosas.
Al ser agradecidos podemos sacar lo mejor de quienes nos rodean. Una investigación en la Universidad del Sur de California mostró esto con personas con alto poder pero con una baja seguridad emocional (¡piense en el peor jefe que haya tenido!). La investigación demostró que cuando se cuestionaba su competencia, los sujetos tendían a arremeter con agresividad y denigración personal. Sin embargo, cuando se les mostraba gratitud, reducían su mal comportamiento. Es decir, la mejor manera de desarmar a un interlocutor enojado es con un cálido «gracias».
La gratitud no siempre es fácil; sin embargo, podemos elegir practicar activamente la gratitud en nuestras vidas diarias.
- Comience con «gratitud interior», la práctica de dar gracias en privado. Puede ser útil pensar sólo en alguien que ha hecho algo bueno por nosotros y mentalmente agradecerle. Dese una caminata en la naturaleza o en su jardín. Mientras lo hace, piense en todas las formas en que Dios nos ayuda a mantener la vida y nos hace sentir más felices y más cómodos. Vivir con gratitud nos alienta a sentirnos bien con nuestras vidas y ser más conscientes de nuestra conexión con Dios y con otros seres humanos.
- Luego, podemos pasar a la «gratitud exterior» enfocándonos en expresar nuestra gratitud a los demás. Escriba una nota de agradecimiento. Piense en una persona que le haya ayudado en la vida; puede ser un maestro, amigo, padre o mentor. Dedique unos minutos a reflexionar sobre las formas en que lo han ayudado y los beneficios que ha obtenido como resultado. Luego, escríbales una tarjeta sincera, llámelos o visítelos para decirles cómo su ayuda ha mejorado su vida. Si ya no está en contacto, escriba la tarjeta de todos modos y guárdela para recordar que se siente agradecido. Puede sentirse más feliz y alimentar su relación con otra persona expresando su disfrute y aprecio por el impacto de esa persona en su vida.
- Considere llevar un diario de gratitud. Escriba un cierto número de cosas por las que está agradecido cada día. Evite repetirlas, buscando cosas nuevas para agradecer. ¡Se sorprenderá con regalos que tal vez nunca haya notado antes!
En pocas palabras, actuar agradecidamente puede convertirnos en personas más agradecidas y felices. Haga que la gratitud sea un hábito, independientemente de cómo se sienta y no sólo en día de Acción de Gracias o de Navidad, sino todo el año.