José Juan Valdez es un apasionado por el servicio a Dios. Lo demuestran casi quince años de trabajo en diferentes programas y en las oficinas diocesanas de Galveston-Houston y Austin, así como once años en el seminario. Nunca ha dudado acerca de su vocación de servicio, sin embargo, un discernimiento profundo lo llevó a descubrir que su vocación real no era la del sacerdocio, sino la del matrimonio.
Actualmente, él es representante regional de la Renovación Carismática y junto con su esposa Alba Iris ofrece conferencias y talleres a través de su ministerio “Serán los dos uno”, el cual nació cuando ellos mismos tuvieron que aprender “a ser uno” para servir a Dios.
Alba Iris: José Juan era el que iba a dar cursos, talleres, retiros para servidores, cursos de biblia, cursos de todo. Y salía mucho, las invitaciones llegaban una tras otra. Yo lo conocí a él sirviendo y fue algo que me llamó la atención de él, que estaba enamorado de Dios. Pero realmente yo no me sentía bien, no me sentía a gusto de que él saliera tanto. Después de hacer oración pensé: “Le tengo que decir cómo me estoy sintiendo, qué es lo que está pasando dentro de mí, porque si él no sabe y lo voy acumulando, va a llegar el momento en que esto va a estallar”.
Entonces lo hablamos y José Juan propuso: “Vamos a ver qué quiere Dios de nosotros, ¿qué quiere Dios? Vamos a preguntarle”. Y nos pusimos en oración. Mi oración era muy distinta a la de él: “Que ya no lo inviten, que ya se le termine ese trabajo, por favor Diosito, que se quede aquí o mínimo que si sale, sea nada más aquí en Houston. Que no tenga que volar, que esté aquí”.
José Juan: Y mi oración era: “Dios, permítele a Alba entender el llamado que me has hecho… pero si no es así, muéstranos a los dos por dónde es”. La oración fue el fin de un buen round, de esos que nos damos en el matrimonio. Alba, en el momento que me dijo eso estaba muy preocupada por la situación. Me habló muy emocionalmente y fue muy terminante, tenía que pararle antes de que la cosa se pusiera peor.
Y yo pensé: “De nada me sirve ganar un alma en el trabajo que estoy haciendo, si pierdo a mi familia”. Yo tengo claro que decidí no ser cura para tener una familia y con ellos caminar al cielo. Por eso le dije: “Mi boleto al cielo no está donde voy a dar conferencias, mi boleto al cielo son ustedes. Vamos a preguntarle a Dios.” Si tenemos que presumir de algo en nuestro matrimonio y en nuestra familia no tiene nada que ver con nosotros, tiene que ver con dejarle a Dios ser Dios en nuestra familia.
Así fue… dos oraciones distintas delante de Dios. A la semana siguiente hablaron a la casa. Esto es muy raro, pues generalmente me hablaban a mí, pero en esta ocasión hablaron a la casa y Alba contestó. Le dijeron: “Hablamos para invitarla a usted y a su esposo a dar un retiro de matrimonios.” Alba se sorprendió. Ella me ayudaba en la preparación del material y conocía todo lo que yo daba, pero finalmente, el que presentaba era yo. Ella era tímida, no hablaba enfrente de nadie.
Alba Iris: Pensé: “Yo creo que se equivocaron porque yo no hago esto”, José Juan era el que iba. Así que él les llamó para aclarar y respondieron: “Si, queremos que vengan los dos”. La primera vez que salimos juntos fue así, yo sentía mucho miedo. Hasta después nos dimos cuenta de que esa había sido la respuesta de Dios: “Ni para ti, ni para mí, ahora salen los dos”.
José Juan: Y parte del proceso fue descubrir que yo no sabía decir que no. A veces, aunque ya tuviera dos salidas agendadas, trataba de negociar con Alba, diciéndole: “Alba, mira, pobrecitos, no tienen quién…”
Alba Iris: Y a veces era que él ya había dicho que sí y no quería decirles “pues dijo mi esposa que siempre no”. Entonces ahora el acuerdo es que antes de que se comprometa tenemos que hablarlo porque no nada más es él, somos todos.
Tras varios años de vivir en Houston, la familia se mudó a Austin hace aproximadamente un año y, a pesar de todas estas ocupaciones y tres hijos, Alba Iris no ha interrumpido su carrera profesional. Con una maestría en educación especial, licenciatura en psicología y doce años como maestra de kinder y pre-kinder, ahora se desempeña como especialista en evaluación y diagnóstico de problemas de aprendizaje. ¿Cuál es la clave para compaginar todas estas responsabilidades?
Alba Iris: Nos enfocamos mucho en Dios y la familia; es lo primero que hacemos y luego todo lo demás.
Nuestros hijos están chicos, Natalia tiene diez, Diego tiene ocho y Emilio acaba de cumplir seis años. Tenemos que estar conscientes de ser muy intencionales con los niños. Tenemos que planear muy bien la agenda, porque sí, a veces hay muchas invitaciones. Y sí, es un llamado; sí, hay mucha necesidad y queremos utilizar los dones que Dios nos ha confiado para el servicio de los demás, pero sin descuidar nuestra familia, porque ese es nuestro primer ministerio. Hemos dicho siempre que si vemos que estamos perdiendo el balance, uno de los dos tiene que decir: “¿Sabes qué? No.” Así que, agendamos primero cumpleaños, fechas especiales de nosotros y sabemos que esas fechas no se tocan.
José Juan trabaja ahora como director de la oficina de Formación de Adultos y Vida Familiar en la parroquia Emaús de Lakeway, Texas. Tiene una maestría en estudios pastorales y está certificado como especialista en educación de la familia, además de contar con la licenciatura en filosofía. Ha escrito seis libros: “¿Qué es la Renovación?”, “La Biblia, una Aventura Diferente”, «¿Qué son los Carismas?», «Vaticano II, HOY», «Jóvenes Evangelizando Jóvenes» y junto con Alba Iris, «Anotando Gol en tu Matrimonio».
José Juan: Mi trabajo es el sustento de mi familia. Además, el trabajo que hago es un ministerio, por lo que es una bendición completa ¡imagínate, hago lo que más me gusta y traigo de comer a mi casa! Pero tengo claro que mi trabajo gira en torno a mi familia y no al revés, mi familia no gira en torno a mi ministerio. Todo lo que hago tiene quicio, tiene razón, porque tengo una familia. Entonces tratamos de hacer cosas que tengan que ver con nosotros, “Alba, ¡vámonos de date night!” o “niños, ¡vamos a sacar la lotería!”. O llevarlos a jugar un ratito o ponernos a cocinar todos juntos. Hacer que lo ordinario sea algo más, que tenga tono familiar. Lo fundamental es guardar el balance y buscar intencionalmente, cada día, ser un matrimonio y una familia feliz, saludable, “como Dios manda”.